lunes, 18 de febrero de 2008

Las Hermanas del Buen Pastor: Una obra fecunda en El Molino”


Una voz que clama en la montaña sureña, una esperanza para el pueblo de Dios que peregrina en los apartados pueblos del sur, fue sin duda, la acción evangelizadora y transformadora que por una fecunda década, desde el año de 1987 hasta 1997 cumplieron las hermanas del Buen Pastor en la bella población de El Molino, tierra rica en agricultura y en fe cristiana. Las hijas de Santa Maria Eufrasia, llegaron al suelo surmerideño, gracias a la inquietud y desvelo pastoral de nuestros inolvidables Monseñor Miguel Antonio Salas y el querido padrecito Castillo, preocupados por la asistencia religiosa de estas comunidades, a su vez, con la mirada profética de ser semillero y cultivo de vocaciones sacerdotales y religiosas. Como olvidar al “Arzobispo misionero”, atendiendo nuestros campesinos en navidad o semana santa, digno ejemplo de entrega y apostolado. Corría el año 1987, cuando fueron recibidas las hermanas, cual entrada de un Pablo de Tarso a las primitivas comunidades cristianas, eran ellas Pilar Montes, Martha Duque, Ana María Gómez, fundadoras de una obra que aún habla en el tiempo. Aquel día vimos rostros llenos de alegría y esperanza, por fin tendrían quien les hablará de Dios y les hiciera presente su Reino en la monótona y sencilla vida del campo. Luego se unieron otras infatigables de la obra de Dios: Elvira Inés Alzate, Hna. Marina Montes, Auralila, Ana María, Delia, Fidelisa y Martha Villegas, actual superiora de la comunidad del Buen Pastor en Venezuela. Una vieja “casa parroquial”, fue acondicionada con la ayuda de todos, para que sirviera de hogar de sus hermanas, así como también para todas las niñas campesinas, venidas a recibir lo casi imposible para ellas: sus estudios. Pues el gran analfabetismo era imperante en casi toda la población. A ellas se debe la Educación básica completa y lo más importante la numerosa matrícula que motivaron en todos los rincones de sus aldeas. Pues hasta “huelga de calle” hicieron las hermanas con sus muchachos para lograr este sueño. La obra religiosa era complementada con la impostergable misión social. Una de las grandes problemáticas que encontraron fue el de alimentos, la mayoría escasos y los pocos existentes a exorbitantes precios, por lo que se propusieron dar respuesta, llevando sacos de comida, como arroz, azúcar, harina, entre otros, distribuyéndolos por kilos a las familias más desfavorecidas, con precios solidarios y justos. Así nació la gran obra: La Cooperativa, dirigida por la Hna. Pilar Montes, en todo su proceso de formación y consolidación, como centro de encuentro de los “pobres entre los pobres”, para llevar todos lo necesario para la cesta básica y hasta la funeraria en caso de muerte. Llegando incluso a tener hasta un terreno donado para ser su sede. Dentro de la economía de esta cooperativa funcionaba “el trueque”, el que traía un producto lo intercambia por otro de su necesidad familiar. Verdadera misión transformadora de la realidad social desde el Evangelio. Otra de sus grandes luchas fue la restauración de la capilla, legándonos una obra digna del culto divino, patrimonio artístico y religioso de toda la surmereñidad. Como “Buenas Pastoras”, atendían la celebración de los misterios de la fe, no sólo en la Capilla de la Virgen del Carmen, sino que salían a las Comunidades, creando una hermosa catequesis en los novenarios de difuntos, brindando atención a los enfermos, la catequesis de los niños, fundando 18 grupos de la Legión de María por todas las aldeas, toda una permanente promoción humana y cristiana de este terruño sureño. En el recuerdo agradecido de las hermanas pasan nombres como los del Profesor, Omar Gómez, de grata memoria, Amando Gómez, Carmen Bustamante, María Engracia, Ana Rodríguez, Quiterio Mora, Horacio Carrero, Elías y Pastor Guzmán, entre otros, que como un solo gran equipo ayudar a que esta obra diera tantos frutos. Así como el acompañamiento espiritual de los entonces párrocos Eduardo Contreras y Numa Molina. Transcurridos diez años de presencia y vida en El Molino, las hermanas deben tomar la triste y dolorosa decisión de cerrar la casa, pues la mayoría en edad avanzada y escasas vocaciones, pero aún hoy perviven en el corazón y en la memoria agradecida de nuestros cristianos sureños, a ellas nuestra eterna gratitud y oración para que sean numerosas las vocaciones que hagan renacer este sueño en el pueblo del Molino ./


*Cronista oficial del municipio Arzobispo Chacón

Padre Eduard Molina Escalona cronistacanagua@hotmail.com