domingo, 24 de enero de 2010

EDITORIAL DEL DIA.. "Alejandro Buitrago"

Apuntes del Breviario


El partido final de un gran jugador


Ramón Sosa Pérez


Tantas veces Alejandro se situó frente al arco de su cancha en Mucutuy, que bien pudieran contarse por millares. Allí, donde las fintas, gambetas y quites con el balón de las mil piruetas, nada pudieron hacer para privarlo del siguiente partido, pasó su adolescencia, se acrisoló su juventud y se hizo jugador de fútbol, quizá el de mayor recuerdo en toda la historia del balompié sureño. El fútbol era pasión y emoción sin fronteras y al definirlo, señalamos que lo fue todo en su vida. Nada hacía vibrar tanto su interés como la inauguración de un juego, la confección del calendario o la preparación de los partidos a disputarse en las fiestas patronales de nuestro Mucutuy del sur.

Era tema recurrente en Alejandro Buitrago y a ello consagraba horas y horas sin parar. Con los amigos de la ciudad hablaba de fútbol, con sus contertulios del pueblo, discutía sobre el deporte favorito y las noticias que más escuchaba eran los segmentos radiales sobre el balompié nacional, internacional, olímpico o profesional. Hasta parecía haber nacido en una cancha. Casi nadie recuerda haberle visto en Mucutuy sino en dos lugares; en la sempiterna bodega que heredó de don Rufo y doña Petra, hecha primera botica del pueblo y en la cancha. Muy rara vez se le vio en la calle, a menos que se exigiera buscar un jugador, un uniforme o cualquier implemento de última hora.

Deportista nato, con privanza por el fútbol, aún cuando jugaba voleibol, bolas criollas y basquet, con más ímpetu que competencia. Hacedor meritorio del deporte mucutuyense. Un número 9 nato, según los estrategas de la disciplina. Refería que la posición la habían lucido el Careca brasileño y el sureño Jorge Valdano, entre tantos más.

Los jóvenes de los años 80, nos animábamos en tertulias de fútbol con “Cucharo”, apelativo que alguien le encasquetó tempranamente. En ambiente de camaradería oíamos por vez primera los nombres de Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé, Beckembauer, Chumpitaz, Cubillas, Quiroga, Rossi, Dino Zoff, Tardelli y Kempes. En el campo de fútbol, Alejandro adosaba tan curiosos apellidos a los noveles jugadores y había referencia para diseñar nuestro equipo de todos los tiempos. Se competía en Semana Santa y diciembre, en Mucuchachí con las Fiestas del Pilar, en marzo en Canaguá y en Junio como anfitriones de las Fiestas a San Antonio.

Los Pérez, Antonio, Venicio y Arnaldo, los Izarra con Evencio, Favio, Vicencio y Javier, los Altuve con Cheo, Rafael, Oscar y Gerardo, Chico Paz, Chalo Molina y Cheche Torres, se asociaban al esfuerzo, en el que participábamos ya en el oficio de narrador eventual. Eran los tiempos de Mario Fernández y Alirio Barrios, refuerzos del fútbol merideño en Mucutuy. Alejandro era el eje motivador, en el diseño del uniforme, en el acondicionamiento de la cancha o en la alineación que podía tener mil cambios pero el puesto de 9º jugador era invariable, pues Cucharo era dueño de esa camiseta, sin discusión. Eran tiempos del árbitro a perpetuidad del fútbol sureño, José Contreras, gran gurú que apilaba labores de timonel y promotor del equipo de las mil emociones, pues éste se debatía siempre en los extremos: ganar por tunda de goles o regresar con la derrota del abultado marcador.

En casa de Alejandro se daba entonces una suerte de polémica para echarse unos a otros el peso del infortunio o ajustarse la victoria. En la segunda había muchos tutores pero en la desdicha del juego, sólo “Cucharo” asumía con entereza el saldo y prometía reparar el yerro. En el pitazo final de la última jugada se nos va Alejandro Buitrago, abandonando para siempre su habitual campo de juego. La tarjeta roja, aquella que por su disciplina jamás árbitro alguno logró sacarle, hoy llegó para expulsarlo del mundo terrenal pero no de los corazones de sus amigos deportistas del sur. En el Club Víctor Davalillo, en el Centro de Ajedrez “José Raúl Capablanca”, en el Club “Gerardo Altuve”, en la cancha de la Escuela “Emilio Maldonado López” y en el Estadio Ramón Reinozo Nuñez, inaugurado bajo su mirada en junio de 1976, se perpetuará su nombre como el más grande en esta historia sureña de fútbol y pasiones. .ramonsosaperez@yahoo.es